¿Adaptación o integración?
En Marzo mi hija arranca el jardín y en Diciembre me llamaron para programar una entrevista para ver cómo iba a ser el proceso. Confieso que cuando del otro lado del teléfono, mi interlocutora usó la palabra “integración” en lugar de adaptación, respiré aliviada. A priori, arrancamos bien.
Sé que en breve arrancan las clases y para muchos, como para mi hija, será la primera instancia de escolarización. Así que por aquí les dejo la experiencia de lo que viví con otros peques como maestra y lo que vengo leyendo sobre el tema.
Más allá de la edad del niño, pensemos que para la mayoría, esta instancia implica tres procesos simultáneos muy complejos: separarse de sus figuras de apego por primera vez durante un tiempo, incorporarse a un lugar nuevo que no conocen, y “aceptar” a un nuevo adulto en sus vidas en el que tienen que confiar, pero al que jamás han visto.
Por eso es interesante pensar en una integración en lugar de una adaptación. Además de una diferencia lingüística, hay una importante diferencia de mirada.
Desde esta perspectiva, el período que denominamos de adaptación, es el tiempo que se estipula para que el niño pueda integrarse al jardín. No buscamos que se “adapte”, es decir, que se conforme porque es lo que hay. Queremos que se sienta integrado, que pueda apropiarse del lugar, sentirse libre de explorar, jugar, divertirse y así experimentar.
¿Qué se necesita para qué esto suceda?
Hay varios aspectos a tomar en cuenta. El primero es que el niño pueda contar con una base segura. Si su referente adulto, una figura de apego, esa que fuera del contexto institucional forma parte de su entorno, está allí con él de forma relajada, ya le estamos dando un mensaje. Es un buen lugar para estar. Desde esa presencia adulta, podrá explorar el lugar, podrá conocer y confiar, primero en ese otro adulto y recién luego en los otros niños que allí están.
Otro aspecto importante es que se le brinde la posibilidad de explorar el espacio según sus intereses, guiado por su propio deseo y no que sólo se habilite un pequeño espacio o algunos materiales.
Por otro lado, si hablamos de que se trata de un proceso individual, es imposible indicar de antemano cuánto durará. Podemos, desde el conocimiento del niño, considerar tiempos de referencia, pero no necesariamente estos se cumplirán.
Además, estamos hablando de procesos individuales, por lo que cada niño tendrá un tiempo distinto.
¿Cuánto durará el proceso aproximadamente?
Hay peques que se integrarán en semanas y otros a los que le llevará meses. Lo que está claro, es que nunca serán uno o dos días, como plantean algunas instituciones.
Sabemos que el proceso se ha dado si por ejemplo, nuestro peque no llora y porque no se muestra retraído. A veces los niños no se manifiestan a través del llanto, pero mantienen una actitud aislada, carente de exploración. El disfrute es clave. Si está feliz, estamos por buen camino!
Algo que pasa muy a menudo, es que luego de dos o tres días, parece que están integrados porque no lloran y quieren quedarse más tiempo. Muchas veces lo que sucede es que juega el factor “novedad ” (de la misma forma que, cuando arrancan a comer muchos bajan las tomas o memas por unos días drásticamente) y después vuelven a querer estar con su figura de apego, no quieren “despegarse”. Está bueno saber que pasa, que es parte del proceso, acompañar sus emociones y no “obligarlos” a que estén contentos “porque es tan lindo ir al jardín”. Validarlos, mantener las rutinas y anticipar todo lo que podamos suele ayudar bastante.
¿Cuándo es el momento ideal para iniciar la escolarización?
Lejos de buscar generar culpas, lo que vamos a hablar es del ideal. La escolarización debería darse cuando sea una necesidad del niño, cuando aparezca el interés por socializar. Teóricamente, entre los 3 y los 5 años según el autor que manejemos (y creo que lo que más vale acá es observar al niño que tenemos enfrente).
Previo a ello, los niños necesitan estar en contacto con otros, porque somos seres sociales, pero por ejemplo el juego, es individual. En el contacto con otros se activan las neuronas espejo que generan aprendizajes y experiencias súper interesantes (vieron que cuando hay dos niños empiezan a imitarse? Es eso).
Con lo complejo que es conciliar, muchas veces es imposible llegar a esperar la necesidad de ellos y somos nosotros los que “imponemos” la escolarización. Esto también es válido, porque también tenemos necesidades que cubrir (trabajar, generar espacios sin niños, etc.).
Me gustaría entonces focalizar en dos cosas:
- Con un año, claramente, no necesita ir al jardín. No se hacen más apegados, no será más difícil después, ni se perderá de nada que no podamos cubrir con otros espacios (juego libre, plaza, etc.). La escolarización temprana, viene a cubrir nuestra necesidad, pero no es algo que ellos necesiten. Así que si existe la opción de permancer en casa con los padres o inclusive con algún cuidador de confianza, es preferible antes que escolarizarlos.
- Así como validamos nuestra necesidad de “adelantar” la escolarización, valoremos las necesidades de los niños. Validemos que prefieran quedarse en casa, validemos que el jardín no les guste. Valoremos el tiempo juntos, aprendamos que lo perfecto no existe y hagamos lo mejor que podamos con la realidad que nos toca. Busquemos el lugar que más se acerque a nuestras expectativas y prioricemos aquellas cosas que nos parecen innegociables.
¡Buen inicio y buena energía! Ellos vibran nuestras emociones, así que tratemos de trabajar nuestros miedos y darles a ellos nuestra mejor versión!
Pd: Les dejo una pequeña seguidilla de ideas para acompañar este proceso:
- Guardar días de licencia para poder acompañarlos
- Turnar con otras figuras de apego, cuando esto no sea posible, o se nos agoten los días.
- Anticipar, anticipar todo. Si vamos a quedarnos con ellos en la sala, si vamos a esperar afuera, el día que nos vamos a ir del jardín para volver a buscarlos mas tarde, etc.
- Es un proceso y no es lineal (puede parecer que ya está y arranca a no querer quedarse otra vez).
- Evitar iniciar otros cambios al mismo tiempo (mudanza, destete, descolechar, etc.)
- Ser puntuales a la hora de entrada y sobre todo de salida.
Escrito por: Daniela Gallegos de Anidando en Tribu
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