Cómo educar sin premios ni castigos

La mayoría de nosotros fuimos educados en base al miedo al castigo, o en una búsqueda constante de premios o elogios. Entonces, automáticamente, educamos a los niños de igual manera. Pero este no es el único camino. Existe otro, más lindo, más libre y más eficaz.

Cuando alguien hace algo por una recompensa externa, eso se llama Motivación extrínseca. Es por ejemplo cuando trabajamos exclusivamente por un sueldo. A veces no hay otra. Pero no es lo mejor, y no nos comprometemos realmente con el trabajo.

Por otro lado, cuando lo hacemos por una decisión personal, porque creemos que es importante, o porque lo disfrutamos, hay una motivación intrínseca. No importa que nadie se entere, nosotros igualmente lo hacemos, y nos esforzamos por tener un buen resultado, solamente porque es importante.

No necesito decirlo, pero la motivación intrínseca es la mejor opción para el bienestar, el esfuerzo y el desempeño, tanto laboral como escolar. Vale para adultos y para niños.

A veces creemos que los niños, sin premios o castigos, no saben cómo comportarse. Nos acostumbramos a pensar así. Pero en general, no es cierto.

Si recompensamos a los niños por un buen comportamiento, la consecuencia no es que siempre se van a comportar bien, pero sí siempre van a buscar la recompensa, un premio por ese buen comportamiento. Como el premio no va a estar siempre presente el comportamiento va a ser peor.

Lo mismo pasa con los castigos. Los niños no evitan un mal comportamiento por haber sido castigados antes. Van a evitar ser descubiertos haciéndolo. No van a evitar el mal comportamiento, van a evitar el castigo.

Pero las cosas pueden ser diferentes.

En lugar de premios y castigos, María Montessori, Psiquiatra italiana especializada en desarrollo infantil, que estudió a los niños durante 40 años, defiende que deberíamos usar la libertad en un ambiente preparado.

La libertad según Montessori no significa que “pueden hacer cualquier cosa”, pero sí, dejar que los niños hagan todo lo que es importante para su desarrollo. Ejemplos de cosas importantes que los adultos insisten en prohibir son:

Subir escalera, cargar vasos de vidrio o platos de cerámica, lavarse las manos solo, regar plantas, ponerle la comida al perro, abrir la heladera para comer algo, lavar el plato.

Generalmente lo prohibimos porque pensamos que es un peligro para el niño, o porque nos resulta incómodo (confieso que más por lo segundo que por lo primero). La sugerencia de Montessori es:

Primero, preparamos el ambiente en nuestra casa, ponemos a su disposición lo que necesita, a una altura adecuada y con tamaños y pesos adecuados.

Después se lo vamos presentando, poco a poco, una o dos cosas por día, le enseñamos a usarlo. Lo mostramos de forma lenta, con pocas palabras, con movimientos lentos y pausados.

Enseguida, dejamos que lo hagan solos. Damos dos pasos hacia atrás y confiamos en el niño. 

Lo que sucede es que el niño desarrolla concentración, autocontrol, y un conjunto de funciones cerebrales denominadas “funciones ejecutivas”, que solamente se desarrollan cuando el niño adquiere independencia de forma gradual, en un ambiente preparado, y con ayuda de adultos pacientes.

Las funciones ejecutivas incluyen la capacidad de aceptar reglas y excepciones y el autocontrol. En conjunto con las motivaciones intrínsecas ocurre la magia.

Los niños que tienen libertad en un ambiente preparado como propone Montessori, desarrollan dos cosas, la capacidad de ejecutar el comportamiento correcto, y el placer interior de dedicarse a cosas importantes.

Puede parecerte complejo, y que no es para ti. Pero esto no es verdad. Podés empezar a cambiar tu casa hoy mismo. Podés poner un par de objetos a mano en la cocina, en una repisa más baja, al alcance de los niños, como una jarra con agua y un vaso o una canastita con frutas.

En el baño, podés poner un banquito para que se pueda lavar las manos y un jabón cortado del tamaño de sus manos.

Y no te olvides. El ambiente es muy importante. Pero tú también lo sos. Mostrale cómo hacer algo pero después permitile hacerlo. Se va a equivocar y lo va a intentar muchas veces, así es como aprendemos, así es como nuestro cerebro desarrolla las funciones ejecutivas. Es así cómo se fortalece la motivación intrínseca, y es así como nuestros niños se preparan para la vida.

Cuando los niños desarrollan la motivación correcta, no dependen de nuestras amenazas o nuestras recompensas. Son fuertes, independientes, y capaces.

Entienden las reglas, entienden las obligaciones. Pero eso es lo de menos. La parte más importante es que desarrollan una fascinación por el mundo. No trabajan o estudian porque alguien les prometió algo, lo hacen porque quieren entender el mundo y porque hay mucho por hacer, y hacer es muy interesante.

Existe una opción a esa educación, densa, pesada, llena de enojos, premios, castigos y recompensas. Una educación más libre, pero también más profunda. Liviana pero intensa.

Y sobre todo una educación que es una ayuda para la vida.

 

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