Imaginemos la siguiente situación, salimos a comer afuera, él llena una cuchara con comida y la deja caer al piso. Yo me enojo, le digo que lo limpie. Uso las palabras “asqueroso” “mal educado” y levanto mi tono de voz. Enseguida empiezo a sentir vergüenza, cuando veo que las personas en otras mesas están mirando. Él no quiere limpiar. Yo lo sostengo por el brazo y le digo, “si no limpiás ahora mismo, nos vamos a casa, eso que hiciste es asqueroso, no lo podés hacer, ensuciaste todo”.
Él me mira con los ojos llenos de lágrimas, la cara roja y me contesta NO.
Ahora la rabia y la verguenza estan juntas. Son mis peores guias. Lo sostengo de un brazo y le digo entredientes, nos vamos a casa ya. El suelta todo el peso de su cuerpo y se tira al piso, yo lo levanto del brazo y lo paro, en todo el camino a casa, él llora, yo apreto mis dientes y lo arrastro hasta que llegamos. En casa, le grito que se vaya a su cuarto, él va, se acuesta y llora. Y yo ya no sé qué hacer.
Eso pasó de verdad, con muchas familias. Quizás no lo viviste, pero sabes que pasa, que es común, puede ser en el super, en el shopping, en la casa de los abuelos, en la vereda.
El mundo cree que es un berrinche, todos los niños lo hacen, hicieron, y harán.
Este texto es un manual para entender qué es lo que pasa realmente y cómo hacemos para que no sea parte de la vida de nuestra familia.
Lo primero es entender que el berrinche no existe. Decirle “berrinche” es una forma de transferirle al niño la responsabilidad sobre un problema que es social, y generalmente, provocado por los adultos. El “berrinche” es una respuesta con frustración y enojo a sufrimientos que le fueron provocados, en el momento de la explosión o antes y de forma acumulativa. “Berrinche” es en realidad frustración o enojo. Cuando decimos que un niño hizo un berrinche el problema es él.
Veamos ejemplos
Podemos decir:
- Juan hizo un berrinche enorme hoy en el restaurant. El problema es Juan. La situación empieza y termina en él.
- Ana armó un escándalo cuando volvimos. El problema es Ana, su comportamiento y nada más.
Ahora cambiemos las palabras:
- Juan se enojó pila hoy en el restaurante. Naturalmente la siguiente pregunta es: “por qué se enojó?”
- Ana se frustró terriblemente al volver a casa. Cualquiera preguntaría: “por qué se frustró?”
Cuando cambiamos las palabras tenemos la oportunidad de volver a mirar la situación y buscar qué fue lo que provocó ese comportamiento.
Cuáles son entonces las causas más comunes del enojo o frustración en la vida de los niños?
De dónde viene ese enojo y esa frustración?
Las causas más comunes son: falta de orden, rutina y consistencia en el comportamiento del adulto, fallas repetidas en la comunicación hacia el niño, falta de oportunidades de elección, y falta de oportunidades de autonomía.
Examinemos cada una de ellas
1. Falta de orden
El niño necesita ambientes organizados y previsibles, pocos objetos, bien elegidos, siempre en el mismo lugar, ambientes limpios, iluminados, sencillos.
Otro tipo de orden necesario son las rutinas. El niño necesita que los días se repitan, especialmente el inicio y el final del día. No importa el horario, lo que importa es la secuencia de los hechos, el “ritual” de la rutina. Un tercer tipo de orden es la consistencia en el comportamiento del adulto.
Debemos tener pocos límites, y estos necesitan ser respetados. Es importante organizar nuestra vida de una forma que el niño esté libre para que las prohibiciones sean pocas, pero estas deben ser constantes, y los adultos necesitan ser firmes en estas, amorosos pero firmes, para que el niño sienta seguridad y tranquilidad.
Cualquier ausencia de orden (de cualquiera de estos tres tipos) lleva a la frustración, principalmente entre los 2 y 4 años, durante el período sensible al orden.
2. Fallas repetidas en la comunicación
Los padres generalmente hablamos poco con nuestros hijos, utilizamos muchas órdenes y negaciones. Una vida en la cual la mayor parte de la comunicación es obedecer órdenes y recibir negaciones es cansadora y aburrida.
Cuando el niño habla, le prestamos poca atención e intentamos cortar rápido la charla con respuestas genéricas. Esto es frustrante. Cuando el niño está aprendiendo a hablar, más frustrante aún, su oportunidad de éxito ya es mínima si le prestamos atención, sin atención es nula.
Es horrible que nunca te entiendan, que nunca te escuchen, que nunca seas lo suficientemente importante para que te digan algo que no sea una orden o una negación. Necesitamos hablar con nuestros niños, y siempre que nos digan algo, aunque sea un NO, necesitamos escucharlos y escuchar el motivo por el cual nos lo está diciendo de esa forma y en ese momento.
Esto es lo más importante de todo este texto.
3. Falta de oportunidades para elegir
Necesitamos poder elegir. Imaginate una vida sin elecciones! Ahora imaginate la vida de un niño. Nunca puede elegir, siempre sigue órdenes, siempre tiene que hacer lo que otra persona decide y cuando el otro decide, no está bueno, verdad? Tiene que dejar de hacer cualquier cosa que esté haciendo porque alguien más decide que es momento de parar y hacer otra cosa. Es malo cuando ocurre cada tanto, es insoportable cuando ocurre todo el tiempo. Dejá que tu hijo elija todo lo que sea posible, ropas, actividades, lugares, y cuando no sea posible elegir porque es necesario que lo elija un adulto, el niño va a obedecer en paz.
Es mucho más fácil dejar de elegir cada tanto, que dejar de elegir todo el tiempo. Puede exigir negociación al principio, pero después se vuelve más fácil, a medida que el niño entiende que siempre que es posible tu le ofreces opciones, y solamente no las ofreces cuando no es posible.
4. Falta de oportunidades de autonomía
Lo que un niño más quiere en el mundo es no depender de un adulto. Hacer cosas solo, adquirir nuevas habilidades, insistir cuando algo es difícil. Todo esto es muy importante para él. Cuando hacemos todo por el niño, pierde fuerza en su personalidad, se vuelve emocionalmente inestable y frágil. Sin concentración, sin sustento. Y ahí cualquier cosa se transforma en frustración y se enoja fácilmente. La conquista de la autonomía por su propio esfuerzo es la base del desarrollo emocional del niño.
Cómo prevenir?
Si ya conocés las causas de frustración o enojo, ya conocés la solución al problema.
Dale un ambiente organizado. Pocos juguetes, limpio e iluminado es más fácil.
Dale una rutina de rituales repetidos en un mismo orden especialmente al despertarse y a la hora de dormir.
Dale oportunidades de conversar contigo. Él te ama más de lo que te podés imaginar, y tiene un mundo de cosas interesantes para contarte, si le das un tiempo (el que sea) todos los días.
Cuando esté ansioso, nervioso, dale más oportunidades de comunicación. Lo necesita.
Dejalo elegir todo lo que sea posible y que busque su autonomía, es increíble la paz y tranquilidad que tomar decisiones le va a dar.
Permitirle descubrir sus elecciones si son correctas o no, como por ejemplo si se pone un buzo al revés e impedile solamente las que le hacen mal de verdad, pero permitile esforzarse y progresar aunque lo haga lentamente. No interrumpas en algo que cree poder hacer solo.
Y qué hago cuando ya explotó todo?
Estarás pensando, en la teoría divino, pero en la práctica… además seguramente las cosas se pongan difíciles varias veces más antes de que mejoren. Es verdad. Pero esas situaciones no tienen que llegar a extremos si logras seguir algunos pasos simples.
- No te enojes. Ya es suficiente con el enojo de tu hijo. No existe nada que el niño pueda hacer contra ti. La vergüenza, la frustración, la impotencia, son solo sensaciones, tú podés elegir actuar sin dejarlas interferir.
- Respirá. En serio, este es un tip maravilloso. Hacelo de forma consciente, respira algunas veces en tu día a día para sentir las alegrías más profundamente, para sentir mejor y aprovechar mejor algunos momentos, y respira en los momentos difíciles, al menos 6 veces para que las emociones no comanden tu accionar.
- No alimentes la rosca. Tu hijo ya está desesperado por algún motivo. No necesitas saber inmediatamente por qué. Y tampoco necesitas empeorar las cosas. No agregues motivos. Habla bajo, habla lento, respirá y respirando buscá ver la belleza en sus ojos, y el sufrimiento que originó todo ese enojo y frustración. Él tampoco quiere estar ahí, él también quiere sentir otra cosa.
- Usá el amor. El amor no es una palabra, es un poder. El mayor poder del ser humano, un poder al que nadie se resiste. El amor puede estar en la Mirada, en el respeto por su espacio personal. En el tiempo que tu hijo necesite, y en ti también, para calmarte. En la mirada sin apuro y urgencia. En una escucha comprensiva. En la voz curiosa y cariñosa. En la firmeza necesaria para que exista la seguridad. El amor tiene muchas formas. Es un superpoder. Usalo para transformar la situación. Después pueden conversar.
Una vida nueva?
Cuando logres poner en práctica este texto lo que va a pasar no es una cambio repentino y milagroso de tu relación con el niño. Va a exigir esfuerzo, por supuesto. Y muchas veces va a parecer que solamente tú te esforzás y él no. No pares. Él se está esforzando siempre. Te ama más de lo que te puedas imaginar. Pero necesita algunas cosas. Dale esas cosas. Y cuando todo se ponga difícil no dejes de dárselas, las necesita.
Al final, vas a recibir mucho más de lo que esperabas 🧡.
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